Los barrotes han sido testigos de la violencia perpetrada. 

Los gritos han sido silenciados por la autoridad fatal.

Tal vez porque les importa lo más mínimo, de los presos su maldad.

O tal vez porque prefieren dormir o imaginar su ausencia ahí.

Pobres infelices. 

Pueden morir ahí y nadie se enterará.

A ellos solo les queda la ilusión de soñar que descansan en paz.

Prefieren incluso fallecer, antes que seguir soportando el infierno.

Sus miradas piden clemencias que se pierden en su interior.

Y a nadie les importa, todo el mundo los ignora.

Un día el preso más débil enfermó.

Porque nadie oyó sus quejidos, está peor.

Yace en el suelo como si fuese basura.

Y todos lo pisotean.

Es mejor reír y burlarse, antes que de él tener piedad.

Así tal vez se sienten más fuertes y respetables.

Pobre ignorancia suya ...

Ojalá algún día, pueda esto cambiar!

El enclenque preso ya no puede soportar.

Los dolores lo aquejan, ya ni siquiera tiene fuerzas para gritar.

Se ahoga en su propio llanto y un suspiro se le escapa.

El triste recuerdo de su vida, a su mente ha venido.

Aquellos instantes pasan lentamente y el llorar se acrecienta.

Aunque hace años haya probado su inocencia,

parece que la justicia se ha marchado y ha castigado.

Ha prevalecido el dinero y los culpables están fuera, y los hombres de bien ... dentro!

Todos han llegado y lo han observado.

Solo un cuerpo inerte aparece ante sus ojos.

Están pasmados, pero la vida tiene que continuar.

Se han sobresaltado, más la costumbre prevalece,

ésto, ya casi es normal.

Recogen el cuerpo sin un poco de pesar.

Han pasado los días y todo se olvida.

El patio central del recinto carcelario está atestado.

Ellos no tiene libertad, pero no se pueden dejar derrotar.

Solo queda intentar ver un pedacito de cielo y soñar, que se puede volar! ...